sábado, 8 de marzo de 2008

Misión de Nuestra Señora de Loreto

Un pueblo misional con un importante patrimonio religioso
Algunas problemáticas en torno a la investigación de la arquitectura de Nuestra Señora de Loreto (Provincia Jesuítica del Paraguay)

Arq. y Doctor NORBERTO LEVINTON

Introducción

La misión de Loreto fue fundada en 1610 por los Padres José Cataldino y Simón Mascetta sobre el río Paranápanema. Debido a los ataques de los bandeirantes el pueblo debió ser trasladado por lo menos dos veces hasta ser ubicado en su emplazamiento definitivo. Recién en 1686 ocupó el lugar en el cual hoy se encuentran sus ruinas.

Elementos de su patrimonio religioso

El primer elemento tiene que ver con el Padre Antonio Ruiz de Montoya. Este sacerdote tuvo una gran simbiósis con el pueblo. En la antigua localización hizo su profesión de tres votos y en 1631 dirigió el éxodo de sus indios por el ataque de los bandeirantes. Los restos del jesuita
[1], que fueron traídos de Lima por los propios indios de la reducción en 1653, tuvieron su lugar de descanso en la sacristía de la iglesia. Eso provocó que los habitantes del pueblo pasaran cotidianamente a hacerle promesas.
El segundo elemento fue la capilla de Loreto. Una construcción que perduraba una tradición instaurada por el primer Provincial del Paraguay el Padre Diego de Torres desde el inicio de la fundación de reducciones. En este pueblo el culto de la Virgen tendría una gran adhesión.
El tercer elemento fue una capilla ubicada en la cima de un cerro que está enfrente de la reducción. Sólo había que realizar unos 1000 metros de caminata y subir unos 200 metros por un camino de fuerte pendiente pero la disposición de la nueva capilla del Calvario causaría un gran impacto entre los indios de la reducción y de los alrededores, todos muy afectos a las procesiones.
En el primer caso no se ha podido determinar cuál fue el destino final de los restos de Montoya una vez que fuera expulsada la Orden religiosa. No se sabe si el jesuíta fue enterrado en el cementerio del pueblo o si sus restos se guardaron en algún lugar del edificio. Pero hasta la expulsión esa presencia influyó sobre varias cuestiones atinentes al edificio de la iglesia. La Casa de Dios tenía 75 varas de largo por 30 varas de ancho, o sea más o menos 62,5 metros por 25 metros. Independientemente de estas medidas las sacristías contaban con 14 varas de largo. En determinado momento recrudeció el proceso de debilitamiento estructural que venía sufriendo la media naranja (había sido construida por el Hermano Coadjutor José Brasanelli
[2] pero otros aspectos de la obra tuvieron a varios responsables[3]). Como consecuencia de los defectos técnicos se hizo necesaria una reparación de gran magnitud de la estructura de la iglesia. En 1747 el Padre Provincial Manuel Querini [4]ordenó … “ya es tiempo de que se empiece la composición de la iglesia para lo cual se enviará a sus tiempos a cortar horcones, tirantes, soleras y la madera necesaria. La iglesia se compondrá al modo que está la de la Candelaria quitando la media naranja que suele ser una continua gotera. Si se hallaran horcones de la altura de la iglesia no será menester bajar las paredes, si no se hallaran se bajaran las paredes conforme fuera el ser de los horcones y porque la causa principal de haberse ladeado los horcones ha sido el no tener tirantes que los sujeten y aten, esta falta se remediará en la iglesia nueva. Por eso antes que se ponga mano en la fábrica de la iglesia es menester que se haga un dibujo para que los indios vean en él la manera en que han de componer su iglesia…”.
Y más abajo agregó …”para que se pueda trabajar en la iglesia sin que esto sea de embarazo a los indios para acudir a la misa y a la coronación de H. Sa., se compondrá primero la mitad de la iglesia que mira a la plaza haciendo algún atajadizo que / lo demás de la iglesia / se mudará el altar allí para que se pueda trabajar en la parte que corresponde al // altar o presbiterio…”.Este último párrafo del Memorial hace evidente lo hallado entre las ruinas. Fue descripto por Maggi un muro que el investigador interpretaría como parte de … “un tosco altar provisorio…”
[5]. También Pini y Carugo destacarían los restos de la construcción definiéndola como … “una gruesa pared de piedra a 37 metros de la entrada (casi en la mitad)…”.[6] Medía 9 metros de longitud y adoptaba la forma de una “u” con los brazos dirigidos hacia el fondo. Además el muro tenía 2 metros de ancho pero el hecho constructivo sugería a estos historiadores misioneros que se trataba de un altar y no de una estructura de soporte para la media naranja. Ciertamente, en los comienzos del siglo XVIII, los muros de piedra todavía se utilizaban como aparejos de relleno o sostenían elementos de escaso compromiso estructural debido a la falta de cal. Lo más importante para nosotros es que en la misma línea del altar provisorio se dispuso una construcción exterior arrimada a la pared perimetral. Ella parecería abrirse hacia dentro de la iglesia. Lo importante es que, desde nuestro punto de vista, podría ser una capilla dedicada a Ruíz de Montoya. Seguramente se buscó facilitar la relación de los indios con los restos del jesuita. La duda proviene de la falta de documentación pero fundamentalmente de las normativas canónicas. Montoya no había sido santificado y tampoco era un beato como Roque González de Santa Cruz. ¿Se permitió igual alguna forma de culto?
Tenemos claro que esta construcción no era el baptisterio. Según los inventarios éste habría medido 8 varas de largo y 5 de ancho. Tampoco era parte del campanario ya que el mismo se encontraba del otro lado. Lo que estamos convencidos es de que el Memorial del Padre Querini confirma claramente la función del muro central como altar provisorio. Por lo tanto, una vez asegurados con tirantes los horcones que sostenían a la media naranja, se volvería a habilitar toda la iglesia. En este momento se habría retirado el altar provisorio. Pero la supuesta capilla quizás fue el sitial de los restos del jesuita.
El análisis del segundo elemento también es complejo pero aporta otra experiencia plena de religiosidad. La presencia de la capilla de Loreto en los pueblos misionales había sido determinada por el primer provincial Padre Diego de Torres Bollo. El Superior había ordenado que … “en todas las iglesias que edificaren, procuren hacer capilla de Nuestra Señora de Loreto, de 40 pies de largo, 20 de ancho y 25 de alto; con el altar y lo demás como en ella está…”
[7]. La idea era reproducir, con las medidas más exactas posibles, la venerada casa de la Virgen que está en Loreto (Italia). En su viaje como Procurador de la Provincia del Perú el Padre había estado personalmente en Loreto no sólo para poder hacer el replanteo de sus medidas sino fundamentalmente para hacer la promesa a la Virgen de que difundiría el culto. La casita, decíase que era la de la Virgen en Nazareth y que había volado hasta ese lugar en 1294, originaría en Italia una orden de caballeros. Asimismo en las reducciones se formarían Congregaciones de Indios dedicados especialmente a la adoración de la Virgen.
Al respecto de la capilla de Loreto se dijo
[8] que se encontraba ubicada en un espacio ceremonial. La instalación “de la capilla y el camino de acceso a la misma condicionó el desarrollo urbano de Loreto generando una segunda plaza en la reducción”. Sin embargo existen algunas circunstancias históricas que nos permitirían discutir estos conceptos. La ubicación del Cotiguazú y de la capilla al otro lado de la ubicación de algunas manzanas de viviendas no parece una decisión tomada con un criterio decidido luego de un profundo análisis arquitectónico. El pueblo se levantó en 1686 pero el Cotiguazú y la capilla de Loreto se construyeron en ese lugar mucho después. Un Memorial de 1714 ordenó que se hiciera “una buena casa o dos sino bastare una, para recoger las viudas, huérfanas, solteras” .[9] Pero en 1724 volvería levantarse otra casa de recogidas: “pongase empeño en fabricar casas para los indios y la de recogimiento para las viudas en la forma que se ha ideado. [10] Esta construcción tampoco sería la definitiva. Recién en 1749 otro Memorial reclamaría que se terminase “el cotiguazú que se lo está haciendo y háganse en el más aposentos para que puedan vivir a lo menos 40 mujeres”.[11]. Este sería el definitivo, el que estaría ubicado junto a la capilla de Loreto. El propio texto confirma esta idea. Expresa que “la construcción aún estaba en remodelación en el año 1749 y probablemente toda la obra date de fines de la primera mitad del siglo XVIII, momento en que se produjo la mayor renovación arquitectónica ”. Entonces, desde nuestro punto de vista, la construcción de la capilla de Loreto tendría como objetivo crear o reforzar la Congregación de devotos de la Virgen en un momento en que el pueblo tenía un carácter revulsivo. Se había intentado dividirlo entre 1730 y 1740 para formar una colonia de Loreto llamada San Antonio de Padua. Loreto había llegado a contar con 7000 habitantes. Pero la cuestión no había sido del agrado de los Caciques. El trazado urbano del pueblo se desarrolló de manera forzada. Las viviendas rodearon el núcleo principal del cementerio, la iglesia y los talleres. De esta manera el Cotiguazú debió haber dejado su lugar a alguna vivienda. En su nueva ubicación parece aislado. Una dependencia con cierta clausura no se debería haber situado de esa manera, lejos de la plaza y de la casa de los Padres. En el caso de la capilla de Loreto la ubicación no sirvió para darle alguna importancia al edificio sino todo lo contrario, sólo atraería a los indios el tañido de su campanario. Es decir que lo que primó fue la existencia de la Congregación de la Virgen pero hay algo más.
Para transmitir nuestra idea acerca de la forma que se organizó el pueblo necesitamos hablar del tercer elemento que tuvo incidencia en su potenciación religiosa. Nos referimos a la capilla del Calvario “cuyo tránsito se sigue por una alameda poblada de naranjos, limones, cedros y palmas”
[12]. Maggi, uno de los primeros en describirla, relataría que ha visto ”una capilla hexagonal…sus paredes, de considerable espesor, son de mampostería de lajas de asperón y están bastante conservadas; se conserva también el piso de baldosones de asperón, de formas octogonales”. El trabajo también la valorizaría; “punto culminante en el viernes santo. Convocaba de todas las reducciones vecinas”. Es decir, se podría señalar la importancia particular de una capilla que atraía a los indios de los pueblos vecinos. Pero podríamos visualizar a Loreto desde otro punto de vista. Si nos basamos en el trabajo de Eckart Kühne sobre Chiquitos[13], cuya premisa principal es haber analizado un pueblo “vivo”, podríamos construir una imagen diferente. Ya no parece tan importante la procesión con los disciplinantes que subía al Calvario para retirar al Cristo de la Cruz sino la interpretación de este hecho religioso como una fase de una experiencia completa. Lo importante es que tanto el nacimiento de Cristo como la semana santa con la resurrección del hijo de Dios o como el Corpus, empezaban y terminaban en la plaza. Este lugar era el centro de la comunidad. Por eso formaría parte de él la escalinata y el atrio de la iglesia. En un descanso de la escalinata se ubicaría una destacada escultura de la Virgen de Loreto. Esta Virgen tenía una estrecha relación con el Padre Montoya, quien fue el creador de la Congregación de la mencionada Virgen. El Padre le había construido una ermita en el Loreto del Guayrá. Y en la entrada a la iglesia, más precisamente al borde de sus escalinatas de acceso, se produciría el reencuentro de Jesucristo con su Santa Madre en los domingos de pascuas. El Provincial Andrés de Rada llegaría a prohibir en la procesión el momento del encuentro de María con Jesús después de la resurrección. Pero los indios continuarían con su propia interpretación de la historia sacra. De esta manera las procesiones con los disciplinantes pasarían a ser uno de los elementos de la semana santa. Otro elemento más sería el descenso de Cristo de la Cruz del Calvario y su colocación en el sepulcro. Pero el hecho decisivo sería la intersección del camino de la procesión del Cristo resucitado con la otra procesión que traía a la Santa Madre desde la otra parte del pueblo, y todo eso se desarrollaría en la plaza junto a la iglesia. El lugar estaría engalanado con elementos de la fauna y la flora de la región. De alguna manera, una síntesis posible del indígena y del cristiano. Como lo muestran las ruinas de la reducción de Santa Rosa donde al posibilitar el proceso del pueblo una mejor organización del núcleo principal la capilla de Loreto se subordinaría a la iglesia y esta se integraría con la comunidad en el escenario más preciado para su accionar: la plaza. El Padre Escandón señalaría que cuatro días antes del Corpus ” se alza la mano de todo otro trabajo y se emplean hombres en adornar la plaza…con ramas de árboles forman una bien ancha calle alrededor de toda la plaza y a uno y otro lado ponen lo más precioso que tienen en sus casas, que todo es una pobreza, pero todo lo sacan para adorno del camino que ha de levar el Señor. Hasta unos sacos de maíz, legumbres y otros bastimentos que tienen para sustento los ponen por donde ha de pasar su Majestad para que se los bendiga con su presencia. A las cuatro esquinas de la plaza forman cuatro altares nada ricos pero muy aseados y bastante vistosos y decentes para poner allí el Señor cuando llegue. Luego lleva el sacerdote el Señor en la custodia que en llegando a cada uno de sus altares que ya están prevenidos con luces, la colocan en él por un buen rato, en el cual canta la música y bailan los danzantes”. De manera análoga en semana santa la procesión iba “alrededor de la plaza que está iluminada y dispuestos en las cuatro esquinas altares para hacer paradas…”.
De esta manera podemos concluir que hay que ser precavido en el análisis de las ruinas actuales. El verdadero sentido de los espacios arquitectónicos lo otorgaba una profunda fe enraizada en los indios de Loreto.



NOTAS
[1] Antonio Ruiz de Montoya nació el 13 de junio de 1585 y murió el 11 de abril de 1652 . Del noviciado de su ciudad natal –Lima- pasó a la Provincia del Paraguay con el Padre Diego de Torres Bollo. Después de su actuación como misionero estuvo desde 1638 hasta 1643 en Madrid realizando importantes tratativas para las reducciones. Entre ellas la entrega de armas a los indios. También aprovechó para publicar la “Conquista espiritual…”; una suerte de diario de las experiencias misionales. En Storni, Hugo. “Antonio Ruiz de Montoya”. Archivum Historicum Soc. Iesu. Vol. LIII. Roma, 1984.
[2] Así lo afirma el Padre Oliver en ARSI, Paraq 23., por la misma época se le encargarían varias obras al Padre Angel Camilo Petragrassa (1656-1729) y había recorrido la zona el Hermano Coadjutor Juan Kraus (1659-1714) en 1702.
[3] José Brasanelli nació en Milán en 1658. Llegó en 1691 a Bs. As. y falleció en Santa Ana en 1728.
[4] AGN, Sala IX, 6-10-1. (Memorial de 1749)
[5] Maggi, A. Gustavo. “Estado actual de los Conjuntos jesuíticos en Misiones”.Posadas, Dirección de Cultura, 1981.
[6] Pini, Jorge / Carugo, Esteban. “Las ruinas de la reducción de Nuestra Señora de Loreto”. Posadas, UNAM, 1975.
[7] Primera Instrucción del Padre Diego de Torres Bollo de 1609. (3 pies= 1 vara= 0,836 metros). En Hernández, Pablo. “Organización Social de las doctrinas guaraníes”. Madrid, Gili,pág. 580. La capilla de Loreto que se encuentra en Santa Rosa –Paraguay- permite aseverar que se trató de respetar las medidas más importantes de la construcción, según puede comprobarse en Andiamo a Loreto de Clemens M. Henze, Marietti, 1954.
[8] Programa Misiones Jesuíticas. Convenio Argentina- España. 1992-1996.En La salvaguarda del patrimonio jesuítico - Posadas, Ed. Montoya, 1994- se encuentra la descripción del programa realizada por el Arquitecto Juan Pujals.
[9] AGN, Sala IX, 6-9-5. Memorial del Padre Luis de la Roca.
[10] AGN, Sala IX, 6-9-6. Memorial del Padre Luis de la Roca.
[11] AGN, Sala IX, 6-10-1. Memorial del Padre Manuel Querini.
[12] AGN, Sala IX, 22-8-2. Estado, razón y noticias del pueblo de Nuestra Señora de Loreto en 1775. También lo menciona Amado Bonpland en 1821. En Machón, Jorge Francisco. “El viaje de Amado Bonpland a Misiones en 1821”. Resistencia, 1999
[13] Kühne, Eckart. “Semana Santa y Fiesta Patronal en San José de Chiquitos”. Topografía de ritos y esquema urbanístico. En Strack, Peter. “Frente a Dios y los Pozokas”. Bielefeld, Alemania.


DIBUJO DEL ARQUITECTO OSCAR THOMAS

domingo, 2 de marzo de 2008

Restauración San Ignacio Miní

El pórtico de la iglesia: una deuda de la restauración de San Ignacio Miní
Autor: Arquitecto y Doctor en Historia Norberto Levinton

Estamos perdiendo elementos-partes del significado arquitectónico de la iglesia de San Ignacio Miní. Fundamentalmente en lo que se refiere a la experiencia del espacio en un importante sector. Me refiero a la escalinata de ingreso por la cual los indios se trasladaban hasta el pórtico del templo. Al desaparecer se ha perdido la idea clásica del crepidoma (base o pedestal). Este era el elemento básico para resolver la contradicción entre la irregularidad efectiva del sitio (condición topográfica) y la horizontalidad de la estructura básica de la iglesia. Los escalones constituían una serie de planos horizontales, relacionados entre sí; hoy lo que queda aparece confundido con el terreno. Por otro lado este tramo de acceso al templo le proponía a los indios otra sensación. Era el efecto movimiento, uno de los principios del estilo barroco. Impelía a subir. Se trataba de una inmanencia vertical diferente a la del gótico. Iba creciendo y terminaba por imponerse sobre las líneas horizontales. Después del pórtico el recorrido de la nave alargada los llevaba hacia la luz de la cúpula que atraía todo hacia sí. La escalera hoy no existe pero todavía estaba a fines del siglo XIX. En 1895 Juan B. Ambrosetti escribe: “la escalinata que daba acceso al templo se halla cubierta de escombros y vegetación”. El agrimensor Juan Queirel la dibuja en un relevamiento de planta realizado en 1899. Relativamente, poco tiempo después, en 1904, el Padre Vicente Gambón explica la razón de la desaparición del elemento arquitectónico: “saltando entre los montones de piedras que están delante de la fachada y que deben ser las de la escalinata por donde se subía al templo nos detenemos delante de la puerta principal”. Quizás el autor de esta demolición haya sido un buscador de tesoros; allí existía la tumba de un jesuita. El crepidoma tenía en la arquitectura griega al menos tres escalones. Hoy no queda ninguno.
De manera análoga podemos interesarnos por el pórtico de acceso. Era un lugar semicubierto y columnado situado ante el edificio y adosado a él. La desaparición de la escalera ha borrado las posibles huellas de columnas. No hemos encontrado documentación fehaciente sobre su presencia pero Cardiel dice que “todas las iglesias tienen un gran pórtico que coge todo su ancho”. Para el concepto basilical paleocristiano, subyacente en estas iglesias misionales, el pórtico era funcional para diferenciar jerárquicamente a los cristianos de los neófitos. Por eso el pórtico o nártex servía para que esperaran afuera en determinadas partes del oficio.
La iglesia de San Ignacio Guazú, terminada hacia 1694, tenía pórtico y fue el inicio de una serie tipológica de varias iglesias. Entre ellas la de Santa Ana, que tenía pórtico, y la de San Ignacio Miní. Una foto de 1928 de la iglesia misional de Santiago muestra la gran altura del sobresaliente techo a dos aguas, lo que posibilitaba la admiración de cualquier escultura ubicada en los nichos de la fachada.
La obra del Arquitecto Oneto merece todo nuestro agradecimiento. Continuar su trabajo sólo nos permitiría facilitar el conectarnos con el pasado
“a través de una imagen que relampaguea”.